Columna de Hillary Hiner: Manifiesto de historiadoras feministas (“pintiparadas” y “ofensivas”) en The Clinic

Columna de Hillary Hiner: Manifiesto de historiadoras feministas (“pintiparadas” y “ofensivas”) en The Clinic

Compartimos columna publicada por la Coordinadora Zona Centro de nuestra Red de Historiadoras, disponible en The Clinic:

En una entrevista que apareció en The Clinic hace poco, Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia (2006) cierra diciendo: “El mundo va a ser dirigido por mujeres a corto plazo”. En la frase anterior alude a que esto es por nuestro “despliegue de belleza, elegancia, habilidad e inteligencia”.

Me quedo pensando largo rato en esta afirmación, ya que pocos párrafos antes, este mismo hombre se refería al movimiento feminista actual como “ofensivo” y repite su ya conocida defensa hacia Leonardo León, un historiador condenado a nueve años de prisión por abuso sexual contra su hija. Cuando empezaron a salir las denuncias de acoso sexual contra León por ahí en los años 2015-2016 en la Universidad de Chile, adonde León fue entonces director del departamento de Ciencias Históricas, Salazar defendió su “amigo” León, refiriendo a las estudiantes que lo denunciaron como “pintiparadas”. 

En la nueva entrevista de The Clinic, Salazar tampoco se echa para atrás, afirmando que la gran lección que aprendió por el caso de León es que no debía confiar tanto en los hombres. Tampoco alude a los muchos otros casos de acoso sexual que emergieron en diferentes departamentos de Historia desde el año 2015 hasta la fecha.  Un caso involucra un sujeto que actualmente tiene una querella criminal por calumnias contra una compañera y una por injurias en mi contra, por una columna escrita por la Red de Historiadoras Feministas sobre el financiamiento de proyectos de investigación de acosadores por parte del Estado, vía Conicyt (y ahora ANID).  Estas batallas han sido muy duras y son muy actuales. Estamos a sólo días de una victoria importante: la aprobación de la nueva ley contra el acoso sexual en la educación superior, promovida, justamente por mujeres académicas e investigadoras, como las de la Red de Investigadoras.  Decir que los dichos de Salazar sobre el acoso no están a la altura sería poco.

Pero más allá de esta ceguera total sobre lo que viene pasando con el tema de acoso sexual en las universidades, es también sorpresivo y alarmante como Salazar justifica el abuso sexual de León aludiendo a que “yo me eduqué con obreros. El obrero de ese tiempo, para que lo tengas claro, el problema sexual lo resolvía en casa de putas.” Esta cita logra ofender tanto a las mujeres como a los hombres.  Por un lado, pareciera estar igualando el acoso sexual y el abuso sexual de León con un tipo de “problema sexual”, un problema que encontraba solución con las prostitutas.  Esto es un estereotipo errado sobre la violencia sexual, como si los hombres no pudieran manejar sus “instintos naturales incontrolables”; por tanto, necesitan tener una válvula de escape a través del sexo y, al no tenerlo, van a cometer violencia sexual.  Como sesenta años de activismo feminista y miles de estudios sobre violencia sexual y violencia de género han demostrado, no hay absolutamente NADA de verdad en esto.  La violencia sexual se ejerce por el poder y el control y también por el heteropatriarcado, que la promueve.  A veces llamamos esto “cultura de violación”, que culpabiliza y re-victimiza a las sobrevivientes y justifica los agresores.  También contribuye al hecho que muches trabajadores/as sexuales sean violentades y hasta asesinades, por verles como cuerpos desechables e inhumanos. Los dichos de Salazar contribuyen, sin duda, a esta cultura de violación, deshumaniza tanto a las mujeres sobrevivientes como las trabajadoras sexuales. 

Estamos a sólo días de una victoria importante: la aprobación de la nueva ley contra el acoso sexual en la educación superior, promovida, justamente por mujeres académicas e investigadoras, como las de la Red de Investigadoras.  Decir que los dichos de Salazar sobre el acoso no están a la altura sería poco.

A la vez, con este comentario Salazar avanza un perjuicio profundo y estigmatizante sobre los obreros o la cultura obrera o “popular”. En ese sentido, hace eco de algo que el mismo León decía para racionalizar sus acosos: que tenían que ver con una “sexualidad popular latinoamericana”, una que, de por sí, iba a justificar el acoso que cometía contra estudiantes. Como si las masculinidades chilenas populares tuvieran que ser, de por sí, tóxicas y violentas. Escuchar a Salazar repetir esta justificación es particularmente llamativo porque se supone que Salazar es un historiador que ha dedicado toda su vida a la Historia Social y el estudio de los sectores populares.  Entonces, ¿realmente está diciendo que todos los hombres populares son, potencialmente, violadores?

Cuando emergió la Historia Social durante los años 80 y 90, fueron justamente los nuevos estudios socioculturales de la clase obrera de E.P. Thompson en el Reino Unido los que más movieron el piso de muchos historiadores/as que, luego, iban a aplicar este tipo de análisis a la historia de Chile.  Aquí hay muches profesores/as bien establecides en universidades públicas de prestigio y también están detrás de algunas de las revistas científicas y editoriales más importantes de publicaciones de Historia hasta el día de hoy.  Una historiadora que admiro mucho, María Angélica Illanes, es también una importante referente de la Historia Social en Chile. Ella innovó en esta área con sus análisis novedosos sobre el pueblo, el Estado, las mujeres y el género.  Entonces, leer algo así de un ganador del Premio Nacional por ser experto en Historia Social, tan sesgado y, hasta violento, me parece muy fuerte, muy equivocado y, hasta, muy clasista.  De nuevo, como numerosos estudios han demostrado, la violencia sexual no se ejerce ni más ni menos según clase social; hay violaciones tanto en el barrio alto como en las poblaciones.   

A pesar de todo esto, Salazar afirma múltiples veces en la entrevista que él mismo es feminista y que su trabajo como historiador es prueba de su apoyo hacia las mujeres y la causa feminista.  Esto es muy chocante. Y por lo mismo es absolutamente imperativo destacar que el fondo y la forma de los argumentos de Salazar son profundamente machistas y, hasta misóginos.  Tampoco se puede pasar por alto que una vez más Salazar, como buen hombre de una izquierda tradicional y machista, levanta el paradigma de las mujeres y las feministas “buenas” versus las mujeres y las feministas “malas”. 

Como numerosos estudios han demostrado, la violencia sexual no se ejerce ni más ni menos según clase social; hay violaciones tanto en el barrio alto como en las poblaciones.   

Como varias otras compañeras historiadoras y yo hemos trabajado en publicaciones, la mujer militante como “compañera de” es algo que surge principalmente por el machismo y la heteronormatividad de la “nueva izquierda” chilena durante los años 60 y 70, de la cual el mismo Salazar formó parte, como mirista. Aunque ellas se activaran en sus colegios, sus barrios, sus trabajos, hay narrativas históricas que sólo las entienden en relación con una pareja hombre y algunos hombres ex militantes también tienden a seguir pintándolas así. Por lo mismo, más de una de estas mujeres empezaron a denunciar el machismo y las nociones anticuadas de género y sexualidades dentro de la izquierda durante los años 70 y 80; más de una también se empezó a redefinir como feminista. 

Según Salazar, estas mujeres no existen. Dice, textual, que las feministas de hoy son sólo universitarias, no “mujeres adultas”. Pienso en la enorme cantidad de feministas que conozco con más de cuarenta años y me quedo bien perpleja.  ¿Democracia en el país y en la casa? ¿La Morada, Movimiento Feminista, Ayuquelén? ¿Las que han estado en la calle para todos los 8 de marzo? ¿Las Tesis Senior? ¿No, nada?

Las mujeres pobladoras y feministas populares que se empezaron a organizar durante los años 70 y 80 tampoco existen para Salazar.  ¿Por qué no existen? Aquí es bien complejo porque se supone que sí reconoce algunas, pero sólo de forma muy general y según sus necesidades retóricas. Seguramente, por lo menos en parte, hay un tema de ego: es porque sólo él, como fuente de conocimiento único y autorizado, sabe sobre los sectores populares y el “bajo pueblo”.  En teoría, entonces, enaltece el liderazgo de estas mujeres populares, pero sólo en teoría y según sus esquemas. En la práctica, las borra de la historia, no las nombra, no existen. 

Su versión del bajo pueblo es una muy romantizada y, a la vez, distorsionada. Las pobladoras feministas de carne y hueso no entran a su análisis. Porque si pudieran hablar, hablarían en contra de la violencia y el machismo de Salazar y también de algunos de sus compañeros, tales como las pobladoras pioneras de la Casa Yela en Talca, la Casa Mirabal en Coronel, la Casa Sofía en Cerro Navia o la Casa de la Mujer en Valparaíso durante los años 80 y 90.  Compañeras que trabajaban desde marcos profundamente comunitarios y solidarios, reconociendo que existía violencia y había que combatirla, pero sin naturalizarla como algo “inherente” a sus barrios o su clase social.

Ahora, ¿qué pasa con las mujeres “malas”?  Las pintiparadas, las ofensivas, las feministas jóvenes universitarias que no están de acuerdo con el “maestro” Salazar.  Estas son materia de burla o desprecio. Le repugnan porque no son mujeres para su goce y su admiración.  Le cuestionan; esto se entiende como una falta de respeto. 

Las mujeres pobladoras y feministas populares que se empezaron a organizar durante los años 70 y 80 tampoco existen para Salazar.

Hay muchos hombres de izquierda que todavía mantienen a Salazar en un pedestal: es el “maestro”, invitado a miles de charlas, entrevistas, lanzamientos, etc. Me pregunto si las mujeres de estos sectores comparten esa idea, ya tan antigua y manoseada dentro de la izquierda, de que la clase primero, compañera, y después el género. 

Mientras Salazar sigue hablando al vacío, sacando su pecho y vociferando sobre ser feminista, las historiadoras feministas de verdad estamos aquí, trabajando colectivamente y resistiendo. Denunciamos el acoso sexual con todas sus letras y aguantamos las consecuencias. El patriarcado es un juez pero también avanzamos en conjunto, de a poco, pero seguro. Que hable él solo no más. Nuestres referentes ya son otres. Centramos las mujeres pobladoras, campesinas, afrodescendientes, indígenas, lesbianas, trans y travestis dentro de nuestras narrativas históricas y dejamos atrás esas lecturas simplistas que lo que fuimos y lo que somos.  Hace tiempo que ya estamos haciendo Historia, con o sin Salazar.

* Hillary Hiner es profesora asociada de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales; coordinadora (zona centro) de la Red de Historiadoras Feministas y co-autora de “Históricas: movimientos feministas y de mujeres en Chile, 1850-2020” (LOM, 2021)